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martes, 10 de marzo de 2020

El torero que no hace la cruz al entrar a matar, se lo lleva el Diablo






REFRÁN TAURINO.

El torero que no hace la cruz al entrar a matar, se lo lleva el Diablo.

BELMONTE Y EL GALLO SE QUITARON EL SOMBRERO.

Ocurrió en Barcelona en una corrida a beneficio de la Asociación de la Prensa, el día 13 de Julio del
año 1941 en la que actuaban mano a mano Manolete y Marcial Lalanda con toros de Contreras. La víspera habían toreado un festival Rafael El Gallo y Juan Belmonte, los cuales ocupaban aquel día unas localidades de barrera. El público les había tributado una clamorosa ovación al descubrirlos. La corrida se deslizaba sin ninguna cosa notable que señalar, pues todas las ovaciones eran para Rafael y para Juan, las dos viejas glorias del toreo.
Estos se levantaban y saludaban cortésmente mientras los toreros en el redondel aguantaban el chaparrón.
Pero salió el último toro de la tarde, un toro ejemplar muy bravo al que Manolete le dio una lidia magistral, a sus peones les suplicó que no lo tocaran, al varilarguero de su cuadrilla le mandó que solo le diera un picotazo. Manolete toreo con el capote magistralmente y la plaza se iba convirtiendo en un manicomio.
Manolete brindó la muerte del bravo toro a los dos veteranos matadores y aquello fue el delirio el público no se ocupaba ya de otra cosa.
Rafael El Gallo y Belmonte no eran precisamente dos indocumentados en el toreo a los que se podía engañar con trucos baratos, se alzaban de sus asientos y aplaudían con entusiasmo caluroso. Aquella tarde cortó Manolete en aquel toro, las dos orejas, el rabo y una pata, y los primeros sombreros que cayeron al ruedo, fueron los de Rafael y Juan, sombreros que Manolete se llevó al hotel y con ellos en la mano besó a su Virgen de los Dolores y a San Rafael.
Lo anecdótico de la tarde fue, que Rafael y Juan se personaron en el hotel y Juan le dijo a Manolete:
Venimos a por los sombreros porque los hemos alquilado esta mañana, Manolete le contestó que él pagaba los sombreros pero que eran para él. Así quedó la cosa y Manolete guardó aquellos sombreros con el mayor respeto a dos grandes del toreo.

MIENTRAS TENGA UN CAPOTE EN LAS MANOS.

Rafael Gómez Ortega “ El Gallo “ fue un diestro muy singular y un hombre desconcertante. Cuando su padre Fernando “ El Gallo “ tuvo la certeza de que iba a morir cogió, emocionado, la mano de su esposa “ La Seña Gabriela “ y le dijo:
Gabriela, muero tranquilo porque mientras Rafael pueda tener un capote entre las manos, no os faltará que comer.
José María Cossío en su libro “ Los Toros “ dice entre otras cosas:
Rafael es bonísimo, afable, prudente, cariños, ingenuo, hasta incurrir con frecuencia en lo inocente, a
pesar de su clara inteligencia; melancólico y distraído; compasivo ante las desgracias ajenas, pésimo administrador de los muchos dineros que ganó, buen amigo de los suyos; dispuesto siempre a hacer el bien, por lo que expuso su vida en contables ocasiones en corridas benéficas. Para él la mayor felicidad era que le dejaran hacer una vida plácida, tranquila y sin alteraciones, compensación de las violencias en que le llevó en muchas ocasiones su azarosa vida.
Fernando “ El Gallo “ padre de Rafael, no se equivocó, Rafael con su capote tiró para delante con la casa de La “ Seña Gabriela “








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